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DIA 9




          Hay que creer en ciertos seres humanos en estos tiempos que pasan, según Quique González en su canción Manhattan. Me cuesta y mucho ser optimista viendo tanto inepto complicándonos la vida a los demás. Gracias Charly por la banda sonora de hoy.


          Mi tío José está peor. Grita, lo sedan, vuelve a despertarse, aúlla de dolor y así son sus días. Al lado mi tía Vicenta. Ha tomado la difícil decisión de quedarse a su lado. Esto conlleva que no puede salir del hospital para nada y el trastorno psicológico que ello le está produciendo. Está viendo a su marido en vivo y en directo, cada puñetero minuto del día, sufrir y morir. No puedo ponerme en su piel ni por un momento. Qué horrible. Quiero que mi tío deje de sufrir ya y que mi tía pueda irse a su casa o donde sea.
          Mi tío Eulalio ha empeorado. Le han puesto un respirador, al parecer, según mi padre. Mi tía Nieves sigue en el Severo Ochoa sola, luchando por su vida, tras un TAC le han detectado trombosis pulmonar. Todo son alegrías como podéis leer.
          A todo esto mi madre limpia su casa, mi padre ordena sus cañas de pescar, nos prometemos salir a pescar cuando esto pase. Mi hermano cuida de mi cuñada Ainara con problemas pulmonares. Mayte y yo luchamos en nuestro casa como todos los demás en este país. Intentamos que estas malísimas noticias no trastoquen la rutina. Lo que no podemos evitar es que el alma esté magullada.


          Ya os comenté que estoy de retén en la entrada anterior. Todos los días debo llamar a eso de las 13 horas para saber si debemos acudir o no a nuestro puesto. Me encuentro bien de ánimos dadas las circunstancias. Físicamente duermo lo que puedo pero no es un sueño reparador.
          Ayer los compañeros que trabajaban acudieron al Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles para aplaudir a los sanitarios. Nos debemos apoyar, no se puede hacer más de lo que estamos haciendo.


          Uno de los que estos días no puede estar aplaudiendo a nuestro lado es mi antiguo compañero Miguel. Ha sido mi pareja de trabajo en la unidad de violencia de género durante casi dos años. Está en casa con su mujer y sus dos hijos. Ella es enfermera y se contagió con el Covid 19. Él tuvo que quedarse por precaución. Nos mensajeamos y parece que los síntomas que han ido presentando son leves. Algo de fiebre y poco más. Pero como os cuento está en casa, deseando ayudar como todos. Ahora su cometido es que toda su familia esté bien, incluido él. No ha podido en ningún momento echarnos una mano. Desde el principio de esta horrible pesadilla está confinado. No te preocupes Miguel, te pondrás bueno, los tuyos también y en nada estarás con nosotros al pie del cañón. Cuánto aprecio a Miguel, lo digo en serio, igual que a mi anterior compañero Lucena. Son de esa clase de personas muy distintas a mí. Nada viscerales, muy cabales, muy racionales, dos buenos tipos de gran corazón. Siempre he dicho, y no me cansaré de repetirlo, que si soy mejor policía es gracias a Lucena, y ahora también gracias a Miguel.


          Quería contaros una cosa que me viene rondando por la cabeza estos días, y esta mañana aún más, quizá fruto de la tristeza, desesperación, ira y mil sentimientos más. Me veo en la obligación de explicarme.
          Es normal que la gente se haga vídeo llamadas, que se manden vídeos o charlen por cualquiera de las mil aplicaciones que existen. Pero lo que no entiendo es la viralización de propuestas estúpidas y nada útiles sobre todo de famosetes. Por ejemplo la bobada de los futbolistas dando patadas a un rollo de papel higiénico o mil estupideces más. Entiendo, repito, que la gente en su casa se entretiene como puede. Yo lo hago en la mía también. Pero viralizar gilipolleces es algo que no me entra en la cabeza. Esas cosas no ayudan en nada. Solo concibo dos opciones: si eres famoso y tienes pasta, arrima el hombro con tu dinero para temas sanitarios y logísticos; en caso contrario y si eres una persona de a pie como yo, te quedas en tu puta casa, salvo que tengas que acudir a tu puesto de trabajo porque seas necesario en algún lugar. El resto sobra, no aporta, no salva vidas. Punto y final.
          Digo esto porque las noticias de mis amigos Daniel o Carlos, ambos enfermeros de UCI en hospitales de Madrid, son desoladoras. Jornadas interminables, cargadas de sufrimiento y dolor.
          O porque patrullar por las calles de todas las ciudades de este país viendo a tontos que deambulan como si nada te llenan de rabia e impotencia. Cogería a esos insensatos de una oreja y los llevaría a cualquier UCI o a un turno de patrullaje, a ver si así, viendo, se ponen en el sitio que deben de estar. Lo digo de verdad y sin que nadie se ofenda.
          Bien es cierto que cada vez hay más iniciativas solidarias de gente maravillosa o empresas que trabajan a contrarreloj para fabricar guantes o mascarillas o cualquier medio de protección ante el coronavirus. Eso sí, eso sirve y mucho. Dar pataditas cual balón de fútbol a un rollo de papel del water o usar tu instagram de persona famosa para dar consejos es inocuo.


          El día de ayer, que es lo que hoy os estoy narrando, transcurrió en casa con normalidad. Cristina, la prima de Mayte, nos sorprendió con una entrañable y maravillosa vídeo llamada de Whatsapp. Pudimos charlar un rato con ella y Pascual, su marido. Los nenes estaban guapísimos. Aún así imagino que tenerlos contigo, digo a los hijos, debe ser un alivio pero a ratos un pequeño tormento. Que ellos no puedan hacer una vida normal y que no terminen de comprender el porqué, es algo difícil de explicarles. Lo importante es que ambos como padres son un diez y estoy seguro que lo estarán haciendo de lujo, con kilos de paciencia y de mil amores.


          Mayte y yo hicimos deporte en casa. Imaginando, inventando, como no puede ser de otra manera. No para estar en forma, lo hacemos para no estar todo el día de la cama al sofá y del sofá a la cama. A ambos nos encanta el deporte. Mi pasión por el trail running es desmesurada. Añoro correr por la montaña. Pero a estas alturas de la película no entiendo el egoísmo de algunos de nuestros deportistas conocidos pidiendo a las autoridades correspondientes manga ancha para salir y ejercer su "profesión". El deporte, el fútbol, el atletismo o el baloncesto, por citar ejemplos, son actividades de mero entretenimiento para la sociedad. Sé que los que practican estas actividades se ganan la vida con ello. Pero también se gana la vida con ello un zapatero con su zapatería o un ferretero con su ferretería y se joden y se quedan en su casa, como autónomos que son. Aquí o remamos todos en la misma dirección o no acabaremos con el bicho. De verdad, los deportistas que piden salir a hacer deporte son unos insolidarios, su forma física nos importa un bledo a todos, cuando esto acabe si siguen demostrando esa actitud egoísta quién irá a verlos ¿No será mejor que se estén quietecitos en casa, arrimen el hombro como puedan  y que cuando esto pase nos vuelvan a entretener?


          Voy a asomarme a la terraza a mirar árboles, el cielo, oír pájaros. Esta noche volveré a escribir. Os contaré el día de hoy. He pensado en dejaros alguna recomendación musical como Charly hace conmigo todos los días: Aire Puro de Pablo und  Destruktion. Lo tomaré como un hábito. Más que nada porque estos días leer, con lo que me gusta, me está resultando muy difícil. No puedo centrarme más de diez minutos en la lectura. Puta mente inquieta.


          No os quedéis en la cama por poco que tengáis que hacer en vuestras casas. Salid de las sábanas y activaros. No os vengáis abajo.


          ¡¡¡No os quedéis en la cama!!!


       


       


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