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DIA 39




          Puede que todo esto que estamos viviendo no sirva de nada. Puede que no terminemos de conocernos ni a nosotros mismos. Que salgamos de este confinamiento siendo los que ya éramos. Tampoco sería malo. Sencillamente es lo que hay. Lo importante es estar por aquí otra vez, sin rebuscar, dando la misma lata que dábamos entonces.
          Mientras escribo estas líneas Mayte calma la ansiedad tendiendo la ropa. No es fácil. Manejar las emociones requiere de demasiada habilidad. No estamos entrenados para ello. Las derrotas se acumulan estos días. No hay noticias de esperanza. Me consuela saber que sigo empañando los cristales de vaho. Al otro lado los vencejos han vuelto. Vuelan en espirales ruidosas muy temprano recordándonos que todo ahí fuera sigue igual sin nosotros. Lógico. Nos hemos ganado a pulso estar encerrados viviendo de recuerdos. Nada de lo que respira fuera de nuestras paredes es nuestro, pero no encontraremos la forma de darnos cuenta si algún día volvemos.


          Hace ya diez días que mi tío Lalo se quedó dormido. He decidido raparme la cabeza al cero por los lados y dejarme una cresta de mohicano. Realmente me la ha hecho mi amigo y compañero Javier Guadarrama en el trabajo. Es mi manera de rebelarme contra lo que me atormenta. La pena ya no me noquea pero me deja atontado. Empiezo a librar tras siete días y al bajar el ritmo aparece la angustia y la derrota. Escucho música triste y me mece. Me niego a ir en contra de mi mismo y mis sentimientos. Dejo que mis rarezas y mis taras campen a sus anchas. No soy de esos que saldré de esto habiendo escrito alguna novela, mil poemas, habiendo visto cien películas o series o incluso habiendo corrido tres maratones en casa. No soy de fácil aprendizaje.
          Echo de menos a mis padres, a mi hermano. No logro hacerme a la idea de que no veré nunca más a mi tío Lalo cuando esto pase. Pronuncio su nombre. Lo murmuro. Lo escribo mil veces por ver si algo de su recuerdo queda en mí. Da igual, no estará. Da igual las noticias, la política, las promesas de los que nos gobiernan y los que no nos gobiernan. Nadie me devolverá lo perdido. Aparento fortaleza. Soy como esos niños, conscientes de nada, que tras salir de la ducha se miran en el espejo del baño y hacen poses de culturista con unos bracitos de alambre. Mi impulsividad es mi escudo. Es la manera que he encontrado para sobrevivir a esta locura.


          Antes de ayer fue el cumpleaños de mi padre y a la par el aniversario de boda de mis padres. Mucha gente está viviendo esas fechas señaladas en la soledad de sus casas. Estaba triste. Su voz no era la de siempre. Es normal. Yo ese día trabajé y le llamé dos veces para que no se sintiera tan extraño. Da igual. He pasado de la ira y el enfado a la resignación en muchas cosas. Sin embargo ante mis seres queridos no puedo mostrarme abatido. No puedo dejar que vean las heridas que me produce el sentimiento de abandono que tengo, igual que el resto de mis compañeros, por parte de los que nos manejan como policías. Me cuesta ir a la puerta de los hospitales a aplaudir. Es más, cada vez voy menos o sencillamente no voy, tampoco salía la semana pasada en casa a la terraza a las ocho. Son cosas que no me suman. Me quiero permitir hoy sentirme derrotado. Jorge, sé que me estás leyendo, sabes que las mil y una bromas de esta semana en el coche patrulla entre tú y yo son un parapeto maltrecho, lo hemos hablado. Es mi manera de llevarlo.


          El martes pasado cazamos un par de monstruos. Un chico brasileño y otro polaco se colaron en una vivienda y llevaban unos días trapicheando con droga en el piso ocupado, montando fiestas, tirando y golpeando todo borrachos, metiendo chicas jóvenes en casa para saber qué historias. Los vecinos, hartos, llamaron. Los mismos vecinos que decidieron sellar la puerta de la casa, por fuera, con silicona para que esos dos delincuentes no escaparan. Tiramos la puerta abajo pero antes se trató de entrar por las ventanas, la terraza y no hubo manera. Al final los monstruos se asustaron de sus captores y se rindieron. Mascarillas, guantes, varios policías deambulando por la oscuridad de las estancias del piso, aplausos de muchos vecinos en las terrazas cuando salimos con ellos detenidos. En comisaría, mirando los antecedentes de uno de ellos, descubrimos que había sido detenido hace no más de un mes por agresión sexual a dos chicas. No sé si nuestro sistema judicial hará justicia. Nosotros actuamos hasta donde podemos. Los monstruos siguen creciendo en número y Martina no puede aún salir de debajo de las sábanas.


          Caen compañeros que tienen que irse a casa por un posible contagio. Otros vuelven y se incorporan tras un período de ausencia más corto o más largo según la sintomatología. Lo que no cesa es la estupidez de los paseantes y sus perros. Esos que se juntan en grupos en la calle para charlar como si vivieran en otro planeta, esos mismos que se ofenden si les llamas la atención porque se demoran en un paseo que debe ser breve, los mismos que son sorprendidos a kilómetros de su domicilio. Somos un país en donde no puedes ofrecer la mano porque la gente se queda con el brazo entero y encima te dicen que ellos no han visto ese brazo que acaban de robar.


          Quiero salir a correr. Me conformo con mirar por la terraza de mi minúsculo piso y pensar que quizá algún día. Ayer delante de nuestro coche patrulla se cruzaron dos perdices, tranquilas, nuevos inquilinos del asfalto. No se asustaron. Jorge y yo las miramos sonriendo. Es su turno, ya era hora de que les tocara.


Vuelvo a casa
conduciendo de noche
sin prestar atención
a las glorietas vacías.

Es un retorno turbio
por cuestiones de trabajo.

Dejo atrás
en el retrovisor
un gato cruzando la calzada
y poniéndose a salvo
de este lunático hangar.

De nada vale
acostarse triste
y tratar de descansar
creyendo
que el ser menos impulsivo
evitaría tropiezos.

Mañana
volverá a desordenarse la vida
pero eso ya lo sé.


Playlist del blog que sigue creciendo gracias a los aportes de Charly y Dela (os quiero mucho a ambos):


.Contando lunares de Don Patricio.

.Autoconversación de Pasajero.

.Las tres estaciones de Max Richter, adaptación del original de Vivaldi.

.Split de Rauelsson.

.Un día en el parque de Love of Lesbian.

.Manhattan de Quique González.

.Aire puro de Pablo Und Destruktion.

.Dulce introducción al caos de Extremoduro.

.Indestructible de La habitación roja.

.Las salas de espera de Vetusta Morla.

.No puedo vivir sin ti de Coque Malla y Anni B Sweet.

.Telefonía de Jorge Drexler.

.After crisálida de Luis Brea y el Miedo.

.Palos de ciego de Izal.

.Rugen las flores de McEnroe.

.Young and Foolish de Bill Evans.

.La versión oficial de Lapido.

.Nadie te devolverá el favor de Viva Suecia.

.Viajero de Depedro.

. Los males pasajeros de Love of Lesbian.

.Disco Sneeuwland de Oskar Schuster.

.Islas mujeres de Javier Ruibal.

.La llamada de David Cordero y Carles Guajardo.

. Monstruos de Leiva.

, El imposible de Modelo de respuesta polar.

. Frío de Alarma.

. Tierra de Xoel López.

. Héroes de Motorhead.

.Un rayo de luz de McEnroe.

.El poeta Halley de Love of Lesbian.

.Cuarto sin ventana de Kutxi Romero.

.In this shirt de The irrepressibles.

.Parecemos tontos de Bunbury.

.En bandeja de plata de Bunbury.

.Cualquier otra parte de Dorian.

.Allí donde solíamos gritar de Love of Lesbian.

.Canción de culto de Modelo de Respuesta Polar.

.Hay un fuego de La Maravillosa orquesta del alcohol.

.La vida te lleva por caminos raros de Quique González.

. El dormilón de Iván Ferreiro.

. Lluvia y truenos de The New Raemon y McEnroe.

. Lucha de gigantes de Antonio Vega.

. Los Valientes de McEnroe.

. Palos y piedras de Viva Suecia.

. El sitio de mi recreo de Antonio Vega.



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