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DIA 6




          Entre una entrada y otra creo haberme saltado un día. Lamento el retraso. Llego a casa agotado y, sinceramente, aún no sé ni el día de la semana en que vivo. He perdido la noción espacio tiempo y a veces tengo que preguntarle a Mayte si estamos a miércoles o jueves. Imagino que a todos vosotros, en vuestras casas, os sucederá algo similar. Tendremos que dejar pasar varios días para habituarnos a nuevas rutinas. Somos animales de costumbres pero también estamos preparados para adaptarnos a cualquier tipo de situación. Lo haremos.


          Retomo el tema de mi familia porque se han producido cambios bastantes drásticos que seguramente tengan un desenlace fatal con uno de mis dos tíos.
          Mi tío Eulalio, el que permanece ingresado en el Hospital Severo Ochoa de Leganés por Covid 19 está recibiendo algún tipo de medicación, según mi padre, no sé que le estarán suministrando, pero ha experimentado una leve mejoría. Eso es lo que me importa.
          Mi otro tío es una historia bien distinta. Mi tío José ha sido desahuciado. Lo han mandado al hospital de terminales en Cercedilla. Lo mismo fallece en una hora, que mañana, que pasado. A saber. Mi madre está destrozada.


          Julio es un sargento cojonudo. Lo digo en serio. Ayer nos reunió en la calle, haciendo un corrillo entre nosotros y manteniendo las distancias, para darnos las indicaciones oportunas. Digo que es cojonudo, y perdón si reitero el uso de esta palabra, porque es un hombre casi al borde de la jubilación, profesional como pocos y que sigue saliendo a la calle a cubrir avisos como los demás policías más jóvenes que él
          Nos indicó a Jorge y a mí que teníamos que vigilar un parque bastante grande del municipio dentro de una franja horaria. Así lo hicimos. Durante esa vigilancia denunciamos a algún que otro insensato. Pero lo que más me agradó, y digo bien cuando digo agradó, de esa orden que recibimos fue el hecho de poder pasear por la calle solos cuando eso es algo que a día de hoy para el resto de la ciudadanía es imposible. Pasear hoy por la vía pública es como comer caviar, algo majestuoso siempre y cuando te guste el caviar. Yo no lo sé porque nunca lo he probado, pero quería traer la metáfora al caso. De todos modos, y aunque el paseo por el parque fuera una maravilla, sentí pena. Pena por la gente que está en sus casas y no puede hacer esto. Me sentí un poco egoísta. Pero sé que no estoy colocado ahí, en mitad de un parque, por gusto.


          Por cierto, hasta hace poco, policialmente hablando, desempeñaba mis funciones en una unidad destinada a tratar con mujeres maltratadas, menores conflictivos y cosas así. Cuento esto porque salí de esa unidad hace tres días como aquel que dice. Por mi cuadrante, tras salir de la citada unidad, me tocaba librar. Y después he tenido que incorporarme a la calle con un vehículo patrulla después de casi tres años destinado en otros menesteres.
          No me importa, de verdad que no. Vuelvo a sonreír, a ser el que era yo, a mi esencia como persona. Estuve treces años en la calle con un patrulla, tres años en la unidad de violencia de género y ahora vuelta al coche.
          Cuento todo esto porque no ha sido fácil adaptarme a mi nuevo destino y más con la situación espantosa que tenemos todos en nuestro país. En mi primer día uniformado el estado de alarma ya llevaba instaurado veinticuatro horas.


          En cuanto al tema de los ciudadanos que siguen saliendo a la calle de manera imprudente seguimos viendo cosas de todo tipo. De verdad el ser humano es tan estúpido en ocasiones que deberían hacer algún tipo de concurso para ver quién lo gana. Cuánto ingenio desperdiciado tenemos en este país. La gente se inventa mil excusas, motivos o argumentos para justificar su salida a la calle en unos términos no recogidos en el Real Decreto del estado de alarma.
          No voy a extenderme narrando situaciones dadas, pero sí os pondré ahora mismo excusas baratas que nos sueltan con todo su morro a la cara:

-He salido a comprar un botellín de agua porque necesitaba airearme.

-He bajado a comprar un producto de primera necesidad (y llevaba un bote de canela en la mano).

-Tengo movidas en casa y he necesitado salir a despejar la cabeza (y pillamos a esta persona con una lata de cerveza en la calle sentada en un banco de un parque)

Y suma y sigue.


          Disculpad si esta entrada de hoy es más breve. El tiempo me apremia. Mayte me requiere para ayudar en tareas del hogar antes de irme al trabajo. Quiero hacer algo de gimnasia para mover algo el cuerpo. Tengo que ducharme y comer.


          Por cierto, muchas felicidades a todos los padres y a todos los José, Pepe, Josefa y Pepas de este país, a todos sin excepción. Por supuesto y con más énfasis a todos los padres que están trabajando en hospitales, fuerzas y cuerpos de seguridad, conduciendo autobuses o taxis, a los cajeros y un largísimo etcétera de profesionales que están fuera mientras los demás estamos dentro.


          No quiero olvidarme de un detalle que me llegó al corazón. Tengo una compañera que se llama Araceli. Es un encanto de chica. Lo digo en serio. Separada y con su hijo en casa. Cuando acude a su puesto de trabajo lo deja solo en el domicilio. Una mujer valiente, no por el hecho de ser policía, en este país hay muchas mujeres valientes, todas, sin ser policías. Pero este ejemplo lo cuento porque me es cercano. Habla por los codos, como yo. Lo bonito es que ayer a última hora me puso un Whatsapp con un poema que me había dedicado. Me quedé helado de la emoción.


          Poned un poquito de música en casa. La música alegra el alma. Hoy os dejo con la que yo estoy escuchando: Olafur Arnalds.
          Mi más sentido pésame a todas las familias de este país que están perdiendo a seres queridos estos días por el coronavirus, no quiero olvidarme de los dos compañeros, uno policía municipal y el otro guardia civil, que también han fallecido por este motivo.

       
Papá no sé si estarás leyendo este diario. Te quiero.


       


       


       

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