Anoche Mayte y yo charlamos con la vecina de al lado por la terraza. Ninguno de los dos teníamos demasiado sueño. En ambos se notaba la tensión del día que se avecinaba y no me equivoqué. Después os cuento. Lo dicho, ni la vecina, ni Mayte, ni yo teníamos sueño y hablamos de balcón a balcón, como hacían antes nuestras madres o abuelas, sobre mil cosas. Me gusta esto de recuperar viejas tradiciones.
La vecina estaba asustada. Su marido también está en la calle estos días. Presta servicio de asistencia en carretera con una grúa. Tiene en casa a su marido, tres hijos y a su madre, muy mayor, con problemas respiratorios. Está tan desquiciada por esta situación que le pidió al marido que se comprase un termómetro y se tomase la temperatura varias veces al día, que si en algún momento tenía fiebre no le dejaría entrar en casa por los hijos, su madre y ella misma. Traté de calmarla. Creo que funcionó. Oí la puerta del ascensor y acto seguido la llave en la cerradura de la puerta contigua a la mía. El marido regresaba a casa sano y salvo.
Justo antes de empezar la narración de los hechos de hoy he estado hablando con mi primo Pascual. Ha tratado de calmarme y lo ha logrado tras contarle el sinfín de barbaridades con las que me topado en la calle hoy. Me ha explicado una cosa muy bonita con la que me quiero quedar. Me dijo que la palabra crisis en japonés viene a significar `no olvido´, `mañana sale el sol´, `cambio´u `oportunidad´. Seguro que no se confunde. Es un tío muy leído. Y en todo caso si la palabra crisis no significa eso en japonés a partir de ahora para nosotros lo significará, qué cojones. Nos prometimos tomar un par de gin tonics juntos, solos, cuando esto acabe. Me ha tomado la palabra y no me voy a rilar.
Mi tío Eulalio, el que estaba ingresado en el Hospital Severo Ochoa de Leganés ha empeorado. Estaba confinado en una habitación con otro señor también con coronavirus. Tras un rato se ha percatado que ese señor estaba muerto y ha tenido que avisar a las enfermeras del deceso. Pasado un rato de la retirada del cadáver mi tío parece que empezó a toser sangre. Lo bajaron corriendo a REA. Aún permanece a estas horas en la UCI. Todo esto lo sé por mi padre, me ha llamado varias veces a lo largo del día llorando y diciendo que quería ir a ver a su hermano. Yo, por teléfono, he conseguido disuadirle mil veces. Lo he logrado pero es una puñetera pena. Lo bueno de todo esto es que a las doce y cincuenta y dos de la madrugada del día 17 de Marzo mi tío sigue vivo.
Vamos a entrar en materia tratando de olvidar la tristeza para que se apodere de mí la mala hostia.
Hoy era mi primer día de servicio como Policía en Móstoles. Y la verdad, lamentable. El comportamiento de la mayoría de la población, o eso quiero pensar, está siendo intachable. Pero hay una inmensa minoría que son unos auténticos estúpidos, bobos, meapilas, idiotas, payasos y mil calificativos más.
He empezado la jornada a las dos y cuarto de la tarde hasta las once de la noche. En todo ese tiempo todos los policías de mi turno, absolutamente todos, hemos coincidido en algo: va a morir mucha más gente, se va a contagiar mucha más gente y el confinamiento en nuestras casas va para largo.
Os propongo que echéis cuentas. En Móstoles habitan más de doscientas mil personas. Es una de las ciudades más pobladas de España. Para un día como hoy Lunes, en el turno de tarde, en todo la ciudad no éramos más de sesenta policías entre policía nacional y policía local. Sesenta policías frente a más de doscientas mil almas es ridículo. Necesitamos que la ciudadanía colabore porque sino es imposible. En los hospitales sucede igual. Un grandísimo puñado de médicos y sanitarios contra todo un océano de enfermos. Lo repito, necesitamos de colaboración, en caso contrario estamos jodidos todos, absolutamente todos. Y hoy hablo con conocimiento de causa. No hablo de oídas o por las noticias que cualquiera puede seguir en redes sociales. Lo he visto. Lo he visto y punto.
Se están retirando respiradores a personas casi desahuciadas para ponérselo a otras. No hay para todos. Se está trabajando, policialmente, para que lleguen recursos a los hospitales y mientras tanto los gilipollas andan sueltos por la calle sin que nadie pueda controlarlos porque no somos suficientes. Vosotros me diréis. Pensad y transmitid este mensaje. Lo digo en serio, la gente se está muriendo. La gente se muere y otros hacen el bobo en las calles. Los sanitarios y los policías y otros muchos se juegan la vida en la calle por todos vosotros, incluidos los estúpidos, y no damos abasto porque muchos hipócritas nos ponen la zancadilla. Os conmino a que llaméis a los teléfonos policiales y de emergencias cuando veáis desde vuestras ventanas, balcones o terrazas comportamientos aberrantes. A ver si los 600 euros escuecen tanto que no vuelven a pisar el asfalto. Ahí afuera se nos necesita, pero no para los subnormales, se nos necesita para los que están pasándolo mal, joder. Y todo esto no solo está pasando en Móstoles, me consta que pasa en muchísimos rincones de este país.
Os voy a poner dos ejemplos reales míos de esta misma tarde:
El primero de ellos es un señor nacido en el año 1948, no sé porqué mi mente ha retenido ese dato, quizá por lo mayor que era. Este sujeto estaba sentado en un banco en la calle con su gorra y su chándal. Le pregunto que qué hace. Me contesta que ha salido a pasear y que está descansando, que su médico le ha dicho que como está mal de las rodillas debe andar y que ha salido a ello. Le respondo que mucha gente está como él o peor y que también necesita andar y que lo hacen en los pasillos de sus casas. Él me contesta que le da igual. Automáticamente le he puesto la denuncia de 600 euros.
Otro tipo, es que llamarle señor sería subirle de categoría. Pues bien, otro tipo iba andando por la calle paseando y fumando tranquilamente. Ve nuestro coche patrulla y ni se altera. Le interrogamos sobre lo que está haciendo en la calle. Nos dice que va a su casa. Os pongo la conversación porque la recuerdo casi con exactitud:
- Buenas tardes, ¿qué hace usted en la calle?
- Voy a mi casa
- ¿Dónde vive usted?
- Ahí.
- ¿Ahí dónde?
- Ahí (y nos señala con la mano calle abajo de manera poco concisa)
- Perfecto. ¿Y de dónde viene?
- Del supermercado (no lleva bolsas de compra, nada en las manos y va bien arreglado)
- ¿ Qué ha ido a comprar?
- Agua.
- ¿Agua?
- Sí
- ¿Sabe usted que si abre el grifo de su casa tiene agua?
Lógicamente otros 600 euros. No todos eran así, pero sí muchos, demasiados. Y repito, esto solo son dos casos, hemos tenido esta tarde más de quince situaciones similares mi compañero y yo.
Voy a decir una cosa y espero que con decirlo una vez queden las cosas bien claras. Puedes salir a hacer compra que no a comprar algo puntual como una lata de cerveza o una bolsa de patatas fritas; puedes ir a la farmacia; puedes ir a sacar dinero al cajero; puedes pasear al perro y puedes ir al estanco. Lo que no tiene sentido, y os juro por mi tio Eulalio que se está haciendo, es que vayas a la charcutería cinco veces al día, que saques a tu perro a un kilómetro de tu casa, que compres tabaco en un estanco veinte calles más allá de la tuya o que vayas al mercado de la otra punta de tu pueblo cuando tienes uno al lado. Se sale para estas cosas pero se sale a lo más cercano que tengas a mano y te vuelves a tu casa. La gente no lo entiende porque cree que todo esto es mentira y que los que están en su casa respetando las normas son unos pringados. De verdad, os invito a los que estéis en casa a que denuncies estas situaciones llamándonos.
No quiero seguir irritándome más. He llegado a casa muy acelerado, de muy mala uva. A estas horas estoy más tranquilo y puedo paladear el aplauso que la ciudadanía, la gran mayoría de los seres cívicos de este país, nos ha dado. Iba en el coche patrulla con mi compañero Jorge cuando esto ha pasado. Estos días atrás yo he participado, como todos, desde mi terraza con los aplausos a los sanitarios. Hoy la gente al vernos mientras aplaudían nos han dado las gracias, han lanzado al aire palabras del estilo `viva la policía´, nos han vitoreado y yo lo único que he podido hacer es quedarme paralizado y dejar que los pelos se me pusieran como escarpias. Jamás en más de quince años me había tratado así la ciudadanía. Gracias, gracias y gracias por cumplir con la parte del pastel que os ha tocado igual que yo cumplo con la mía. Acabaremos con el coronavirus y con los subnormales, os lo prometo
Voy a dejar de teclear. La ira me ha abandonado. Me escribe mi buen amigo Carlos Miguel. Su madre tiene síntomas de Covid 19 pero de momento está bien. También están recluidos en casa Roberto "El Lobo" o Rubo. Iremos cayendo, unos antes otros después.
Finalizo con el tema de hoy: " Autoconversación" de Pasajero, gracias Charly por recordámelo.
Mayte ya está soñando. Voy a ver si me duermo rápido y puedo verla en sus sueños.
Ángel, no dejes de escribir. Nos servirá para acordarnos de lo fácil que fué el día anterior y seguir luchando todos juntos
ResponderEliminarIntentaré no dejar la escritura Cepeda.
ResponderEliminar