Ir al contenido principal

DÍA 2



         Hoy se han tomado las medidas más drásticas en cuanto a la restricción de nuestras libertades en más de cuarenta años de democracia. Lógicamente por nuestro bien.
          Todos los seres humanos tenemos algo maravilloso encima de nuestros hombros que es la cabeza, dentro el cerebro. Usemos la materia gris para ocupar todo el tiempo posible con actividades que ayuden a evadirnos de la actual situación. Va ser difícil el confinamiento, mucho. Un encierro, que preveo mayor a los quince días anunciados, no es grato pero nos hará valorar mucho más todo lo que a día de hoy hemos perdido. No entremos en pánico, no desesperemos, que la ansiedad o la depresión no se apodere de nosotros. Seamos locos, imaginativos, divertidos en nuestros hogares. Solos o acompañados. Tomemos un vino charlando con nuestra pareja o familia en la terraza. Si vivimos solos acudamos a la terraza también. No sé, cualquier cosa que se os ocurra es válida para frenar el abatimiento.

          Anoche me acosté tarde. Serían las tres de la madrugada. Hoy amanecí a las nueve. Mi chica aún está agitada y le cuesta dormir en condiciones. Imagino que será normal, a todos nos ha trastocado esto. Fruto de la mala noche, los nervios y el cansancio tenemos nuestra primera discusión. Una discusión muy temprana. Solo llevamos día y medio encerrados. Perdemos los papeles y nos gritamos. No nos insultamos ni nos faltamos al respeto pero Mayte y yo nos hemos alzado la voz como nunca hasta ahora lo habíamos hecho. No hay mal que cien años dure. A la media hora ambos estamos escuchando música de The Secret Society y charlando por los codos.

          Mi día no dista mucho del resto de amigos, compañeros, familiares y seres humanos de este país. Los compañeros que estamos librando, los que estamos deseando ir a trabajar por diversos motivos, los que queremos ser útiles pero tenemos miedo, los que queremos salir de casa aunque sea un rato con el motivo de acudir a nuestro oficio para airearnos, compartimos palabras y mil tonterías más en el chat de Whatsapp.
       
          Con uno de los primeros que hablo es con Miguel. Es un buen tío, no lo digo por quedar bien, creo que lo es. Antes era agente raso como yo, ahora es cabo. Pasar de ser agente a cabo es difícil. Básicamente los que antes eran tus compañeros, con los que compartías horas en la calle, avisos, charlas y risas tratan de mantener la distancia contigo ahora por el hecho de ser mando sin plantearse el daño emocional que puedan o no estar causando. Te tratan y te miran con recelo. Su situación no es fácil, no me gustaría estar en su pellejo.
          He tenido problemas con mi cuadrante de trabajo y libranza últimamente. Él, hablando por teléfono, me lo aclara. En un principio parece que no debo acudir a mi puesto la semana próxima, mi situación no termina de estar clara. Le digo a Miguel que quiero ir el Lunes. Que no aguanto tanto tiempo encerrado en casa. Que quiero ser útil, ir a trabajar, que tengo miedo, que quiero airear la cabeza como ya repetí más arriba. Me dice que sin problema, que el Lunes me espera. Me explica el protocolo: acudir desde casa casi uniformado, entrar en comisaría por turnos a terminar de vestirnos sin aglomeraciones, coger el arma, las botas y el cinturón y sin muchas más indicaciones a la calle. Las premisas nos las darán luego por la emisora. De esta manera evitamos también el contagio entre nosotros. Le cuelgo y le deseo salud a él y a los suyos.

          Discutimos en el grupo de Whatsapp sobre si se tomarán medidas, si serán acertadas para toda la población. Unos tiran para una ideología, otros para otra, otros tratan de poner calma diciendo que ahora lo importante son las personas. Un puto lío. En todo este jaleo me escribe Soto. Soto es una persona cuyo caso es similar al de Miguel. Hasta hace cuatro días era un agente raso. Ya no, ahora es cabo. Soto, Sotomayor, es un chaval estupendo. Voy a hacer un inciso.
          No todo en la policía es oro lo que reluce. No se trata de reducir mis palabras a un simple peloteo o compadreo por el estado emocional al que nos arrastra la vida en estos momentos. Quiero ser justo en estas circunstancias con mis emociones y mis sentimientos. De momento, al menos en mi comisaría, la gente es maravillosa salvo cinco o seis ratas de cloaca. Ya tendrán su hueco, o no, estos días en este espacio esos malditos roedores. Lo que está claro es que somos muchos, demasiados, y por supuesto cada uno es de su padre y de su madre.
          Me escribe Soto. Me llama precioso y se me mojan los ojos. Hablamos del manido tema, cómo no. Su situación es harto delicada. Más que la mía. Él tiene un crío de veinte meses, su mujer está embarazada a punto de dar a luz y tiene miedo. Quiere acudir al trabajo, como yo. Me insiste, y yo se lo prometo, en que, escribo literal: "Sí me gustaría que si hablas de esto en el blog incidas en que en todo momento me he mostrado disponible para ayudar y prestar el servicio público que merece la ocasión y todos los ciudadanos. Que no haya malentendidos". Lo dice por algo obvio. Quiere trabajar y ser útil, pero su crío, su mujer y la criatura que está por venir le paralizan. Nos prometemos un abrazo cuando todo esto termine.

          Carlos Miranda siempre es el más madrugador. Con él, hace años, compartí mi primer festival SOS en Murcia. Menudos tiempos buenos. Sé que le gustan The Killers, Foo Fighters y grupos similares. Es el primero en decirme que ha leído la primera entrada del blog, que le gusta y yo solo puedo mandarle un puto emoticono de un beso con un corazón. Tiene una enana preciosa junto a Vicky. Cuida mucho a ambas si me estás leyendo.

          El resto del día transcurre con ocupaciones varias, tontas, insípidas. Volvemos a llamar a la familia de Mayte y a la mía por vídeo llamada de Whatsapp. Ya abrazaremos ya. Prometo ser un coñazo, siempre lo he sido, es mi manera de ser. Hacemos ejercicio en casa con unos trapos en los pies, una chorrada cualquiera para matar el dichoso tiempo. Me acuerdo de aquellos que en estos momentos están en sus casas, como todos, pero están solos. Mi tía Felisa, mi tía Paloma, mi ex compañero y amigo Daniel de la Montaña y un largo etcétera. El grupo de Whatsapp trina con vídeos bobos, palabras y conversaciones de unos y otros. Hablo con mi amigo Antonio Benicio, ajeno a la policía, sobre las dificultades que ahora atraviesan las editoriales, sobre todo las de poesía.

          Rompo a llorar con Mayte. Estamos aplaudiendo en la terraza a las diez de la noche como todo Madrid agradeciendo a nuestros sanitarios. Vuelvo a acordarme de mi amigo Carlos. Otra vez de guardia, en el turno de noche, hospital de Valdemoro.

          Quiero que llegue el Lunes. Lo necesito.

       

Comentarios

Entradas populares de este blog

DIA 29 CONFINAMIENTO

          A estas horas estoy más sosegado. He llorado a moco tendido entre las cuatro paredes de mi casa. Qué otra cosa puedo hacer.           Mañana seguirán dando estadísticas de infectados, sanados y fallecidos. Puros números. Mi tío Eulalio será un dígito más, como lo fue mi tío José. Hoy quiero recordarlos a los dos. Porque sí. Porque no quiero que su vida quede reducida a un número, no me sale de las narices. Porque nadie se acordará de ellos cuando esto pase salvo su familia. Porque sé que en otras casas están pasando estos dramas pero este drama es el mío y me apetece desahogarme. Porque es muy probable que este blog, cuando esto acabe, no tenga trascendencia alguna (tampoco es que tenga demasiada ahora), pero sí me gustaría que en algún lado, aunque sea en la puñetera red de internet los nombres de mi tío José y mi tío Eulalio salgan, que no sean dos anónimos más. Al menos hoy lo quiero así, no me apetece otra cosa. Si hago lo contrario a lo que ahora me dicta el corazón

DIA 11

          Anoche me llevé un pequeño sofoco a raíz de una discusión con los únicos amigos que mantengo del mundo de la poesía al que yo pertenecí unos años atrás.           Hace tiempo escribía poesía, publicaba algún libro que otro, acudía a recitales. Ya no. No me apetece, no tengo ganas, es un mundo, ese al que acudía, que me parece vacío, carente de sentido, gente cargada de ego por escribir sus ripios, como yo, y que se creían o se creen mejores, gente que cree que la poesía salvará al mundo. La poesía no salva a nadie. La poesía es un entretenimiento, un arte, una vía de expresión, pero no salva vidas. Siento ser tan práctico. Pero poco a poco voy descubriendo lo que realmente importa en esta vida. Y lo que importa son las personas, no solo ahora por la situación dramática que tenemos, también antes. A mí qué más me da que los versos de quién sea estén a la altura de Chantal Maillard o Pessoa si luego es un imbécil como ser humano. Sigo leyendo poesía porque me gusta, trato d

DÍA 1

          Me llamo Ángel Muñoz y soy Policía en el municipio madrileño de Móstoles. He creado este espacio común con la intención de contar, evitar asfixiarme. No busco concienciar a nadie. Como bien me aconsejó mi querido Alberto Torrego, durante un libro sobre el que trabajamos meses y cuya publicación luego se vio truncada, escribiré de una manera directa, sin rodeos, con la intención de no confundir al lector.           Nadie es ajeno a la situación dramática que a día de hoy vivimos en nuestro país, aquel que a estas alturas de la película esté desinformado vive en otro planeta.                   Llevo más de 15 años ejerciendo mi labor profesional en el municipio anteriormente mencionado. Un municipio situado al suroeste de la Comunidad de Madrid, la cual, a estas horas en las que escribo, es la comunidad, que no la única, más asolada por la terrible pandemia del coronavirus o Covid 19.           Estoy librando. Llevo bastantes días, como la mayoría de la ciudadanía